Enviado por Juanmari a través de Google Reader:
No es caprichoso especular que Ansel Adams, padrino de la panorámica ornamental, abominaría de François Snelders. El primero gustaba de alzar la voz para dogmatizar que la fotografía "no es un accidente, es un concepto", idea que contradice cada uno de los muchos e insufribles calendarios con su obra que decoran las salas de espera de gestorías de fincas, gendarmerías, consorcios de transporte de mercancías, agencias de mayoristas de viajes y otras antecámaras de tortura emocional.
Al contrario, Snelders se confiesa con una voz de afónica y ajena a la sobrebia ("tengo muy poco que decir y comunicar sobre mi obra"). Opina que sus fotos son apenas un ejercicio eterno y circular basado en "el registro de la luz". Es decir, percances aleatorios, estrategias oblicuas como las del músico Brian Eno y el pintor Peter Schmidt, que aplican a la creación el rigor del azar, la peculiaridad del momento, lo insólito e imprevisto.
Los factores que maneja este fotógrafo belga son esenciales: película analógica (diapositivas), revelado de proceso cruzado y nada de postproducción digital. En las piezas que acompañan este texto fue tan radical y sincero que ni siquiera midió la luz o utilizó trípode. Las exposiciones son de hasta medio minuto y siempre hand held, cámara en mano.
"Mis fotos", dice Snelders, "son una simple alegoría del tiempo". Demuestran, por ejemplo, que "el día y la noche son con frecuencia muy similares". Esta Diana se titula, precisamante, Night and Day. Es una exposición múltiple cargada de una atracción magnética, de polos opuestos.
Nada de señales o miradas heredadas. Imposible etiquetar, referir la imagen a un evento (el cumpleaños, la muerte, la caida…) o una retórica (la soledad, el ímpetu, la pobreza…). Como casi todas las fotografías de Snelders, ésta es incopórea y su flamante fulguración es de hielo seco.
Otra doble exposición, disparada en noviembre, con 20 segundos de velocidad en ambos lados del tablero. A la derecha, una mujer telefonea en Utrecht (Holanda); a la izquierda, un grupo de personas avanzando con determinación en la estación central de la ciudad del fotógrafo, Gante (Bélgica).
La impresión es flotante y ambarina. El artista no ha querido titular la pieza, pero, al ser preguntado, se refiere a la "rutina cotidiana", a "las fuerzas que parecen dominar esa rutina" y de las cuales él mismo se siente víctima.
"Quizá la llamaría L'appel (la llamada), por la mujer que habla por teléfono, pero eludiendo la referencia a l'appel de Dieu (la llamada de dios), el momento en que Dios nos llamará a todos, vivos o muerto, hacia el Cielo. Como ateo convencido, prefiero la opción del teléfono", dice con humor.
Una mañana del verano pasado recorrimos con el fotógrafo el hermoso humedal de Bourgoyen, aún más soprendente por estar insertado en el nucleo urbano de Gante. Hice muchas fotos, decenas (sólo a una otorgaría la salvación). Cuando veo ahora Dawn y Late Afternoon de nuestro compañero de travesía, me considero un ciego ante su aldeana naturalidad al saber estar a solas con su cámara y la "modesta eternidad", como diría Borges, de su mirada.
En La cámara lúcida, Roland Barthes emplea una argumentación de inmensa ternura para justificar la diferencia entre una buena foto y la foto. Mientras la primera es "visitable", la segunda es "habitable". Provoca en el espectador lo que llama "deseo de habitación". No se trata de una aspiración empírica. Tampoco de un antojo onírico. Es un empuje, una abstinencia.
Este par de imágenes remueven en mí los sentidos del tiempo y el espacio. La primera (una Diana pinhole, triple sobre exposición de 15+5+5 segundos, con pequeños paneos a derecha e izquierda), le sirve a Snelders para recordar al gran Paul Strand cuando atribuía la "intensidad de la visión" al poder de la cámara, aquí acentuado por el eficaz desenfoque, para crear atmósferas.
No hay vana consideración artística ("el único mérito del fotógrafo es elegir qué extraña nueva realidad ha producido la cámara", dice Snelders), sino la entrega de una mirada que no proviene de ninguna otra y nos hace cómplices del dulce delito de metamorfosear la situación, la vida, el sendero…
Arquitecto de incertidumbres ciertas
Me and the light. A double exposure, Diana. My shadow and the sunlight obviously during daytime and the park at night in a long hand held exposure (around 30 seconds).
Just making myself an accomplish there in the by myself created empty world.
I do not seek to be an artist but a photographer recording some inflicted metamorphoses I just search ways to ever go further, never achieving the final picture, one that would conclude my searching … But there is as a matter of fact no further evolution, it is just a collection of pictures, without building up to a higher level with historical dimensions. No artistry here, more a return to a kind of artisanal craftsmanship…
photographer recording some inflicted metamorphoses I just search ways to ever go further, never achieving the final picture, one that would conclude my searching … But there is as a matter of fact no further evolution, it is just a collection of pictures, without building up to a higher level with historical dimensions. No artistry here, more a return to a kind of artisanal craftsmanship…
That is what I now can say about this pictures. The problem is that I feel immediately emotional detached the moment I publish this kind of pictures on flickr. It become fragments then and the next day I am convinced I will make real pictures the next time.
"Rien d'audacieux n'existe sans la désobéissance à des règles" Jean Cocteau
No existe nada audaz sin desobedecer las reglas
"El fotógrafo siempre está a solas con su cámara", dice François, de quien las fotos emergen como el agua del manantial, con naturalidad, con la simpleza aldeana de aquel que sólo pretende mirar.
Como el guerrero de Borges, llega al Sur sin saberlo, no sin antes perderse "a través de una oscura geografía de selvas y de ciénagas". La "modesta eternidad" de François -también he robado a Borges la imagen- es grande por modesta y por eterna: de ninguna de ambos valores deserta.
François -cuyas fotos pueden verse (el verbo es apenas aproximativo) aquí o aquí- es mi gran cacharrero (siempre dispuesto a exceder los límites físicos con cualquier nuevo o viejísimo cachivache) y el W.G. Sebald de mi pequeño mundo: un cronista de la mirada, el mejor reportero anímico que conozco.
También ha iniciado, sin que yo tuviese constancia hasta hoy, una bitácora, What remains.
En su primera entrada dice:
Acaso construimos el tiempo como una colección de elementos fragmentarios y no de imágenes completas.
François inició su blog el mismo día en que yo inicié éste.
Una tarde del pasado mes de junio, me retrató retratándole, ese juego al que nos dedicamos a veces como niños borrachos para manchar el papel con la grasa del tiempo.
Entre sus maneras y las mías había una sima: yo enfoqué, intenté preparar la foto; él simplemente se mojó de selva.
Acaso la mejor interpretación para los conjuros silenciosos de Snelders esté en dos líneas de la sensual y callada poesía de Blanca Varela:
porque ácido ribonucleico somos
pero ácido ribonucleico enamorado siempre
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