Enviado por Juanmari a través de Google Reader:
De un tiempo a esta parte parece que copiar es pecado: lo mismo te condena la SGAE inquisición que te acusan de plagiario y toca linchamiento público. Pero copiar, señores, es una saludable manera de ensayar formas y aprender trucos. Si todo está ya dicho, el único recurso que nos queda a los fotógrafos novatos es buscar la repetición más fresca. Por eso, para estos cuatro días de vacaciones y procesiones que se nos vienen encima, desde El Fotográfico queremos poneros deberes. Hemos seleccionado a cinco fotógrafos cuya obra gira en torno a lo humano y lo divino. Os damos las claves para imitarlos. Uno para cada día, desde Jueves Santo hasta Domingo de Resurreción, y luego otro más para quien quiera matrícula de honor.
José Ortiz Eechagüe. Como un pincel.
El debate en torno al pictorialismo fotográfico es tan fascinante como imposible de resolver. ¿Cuánto puede parecerse una foto a un cuadro sin dejar de ser una foto? Basta con echar un ojo a los filtros artísticos de Photoshop para ver que la respuesta es incierta. Por eso, como primer ejercicio os proponemos copiar las macizas figuras de José Ortiz Echagüe, un castellano que fotografiaba como Zuloaga… cuando Zuloaga todavía estaba vivo. Si él llegó a exponer en el Metropolitan de NY, vosotros también podéis. El truco está en fotografiar viejos arrugados, velos negros y cielos románticos, que son los que más favorecen a Castilla. En la postproducción es obligado el uso de blanco y negro, de texturas pictóricas y de virados que den un toque añejo.
Ricard Terré. Dejad que los niños se acerquen a mi.
Los fotógrafos del grupo AFAL, en los años cincuenta y sesenta, son los que mejor han retratado la Semana Santa. En esa época salías a la calle y había tantos guardias civiles y tanta monja con pamela que las posibilidades de hacer una foto pintoresca daban vértigo. Ellos fueron los que fijaron el modelo iconográfico que tanto se ha repetido después, con la dosis justa de primitivismo, de humor y de retrato sociológico. Nosotros hemos escogido a Ricard Terré por dos cosas: porque estaba especializado en procesiones y porque siempre hacía fotos a niños. Si un nazareno es un individuo fotogénico, un crío nazareno lo es más todavía. Y encima, fácil de fotografiar. Eso sí, reprimid vuestra cursilería, que es mala consejera.
Ignacio Lobo Altuna. He visto la luz.
Ya lo dijo Diane Arbus: cuando hagas la foto, hazla de cerca y con flash. Es un métodocontraindicado para retratos familiares porque aumenta la papada, pero cuando se trata de fotografiar a Dios viene de perlas. Ignacio Lobo Altuna lleva quince años haciéndolo y ha conseguido captar algo tan inefable y escurridizo como el éxtasis religioso. El procedimiento consiste en colocar al modelo a contraluz, bajar la cámara a la altura del ombligo y cruzar los dedos para que ponga cara de estar comprendiendo cosas difíciles de explicar. Si queréis saber cuándo disparar, pensad que una buena cara de iluminado está en algún lugar entre la sorpresa, la incredulidad y el dolor de barriga. El contrapicado otorga irrealidad y el flash calidad divina, ya no hace falta más.
Roland Fincher. Con la capucha puesta.
Para los que penséis que la espiritualidad no tiene nada que ver con los estados exaltados, elpenúltimo encargo gira en torno a la obra del alemán Roland Fischer. Hace un cuarto de siglo, Fischer realizó una serie con primeros planos de frailes y monjas donde es más relevante la vida interior que parecerse a la Santa Teresa de Bernini. Si os fijáis bien, veréis que en las procesiones no sólo desfilan nazarenos, también sacerdotes y prelados de variado rango. Suelen ir solos, abriendo camino, a veces incluso bajo palio. Apuntad vuestro teleobjetivo y tratad de captar el recogimiento en la mirada. Los que no tengáis teleobjetivo buscad monjas entre el público y acercaos con la cámara. Ellas también sienten cosas en Semana Santa que nos están vedadas al resto.
Cristóbal Hara. Bendito color.
Si los nazarenos llevan túnicas moradas hay que hacerles justicia. Por eso nuestra última sugerencia toma como modelo a Cristóbal Hara. Este autor madrileño ha conseguido crear un estilo propio donde lo importante no es fotografiar en color, sino fotografiar colores. A un paso de la abstracción. Rojos, gualdas, violetas, la Semana Santa tiene más tonos que la paleta del Paint. En lugar de encuadrar caras, manos enguantadas o pasos barrocos, encuadradlos a ellos, a los colores.Es un buen ejercicio para entrenar la mirada fotográfica y aprender a liberarse de la anécdota, que no todo tiene por qué ser instante decisivo. Con la luz correcta y un monitor bien calibrado, no os hará falta ni enfocar. Y los resultados pueden ser espectaculares.
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